Desnudas, desoladas las calles,
muda la selva de asfalto enlutado.
Alegres sus pocos brotes verdes,
destilan mugre al rocío inesperado.
Caricia de la niebla matinal.
Festivo el rio danza, a la ausencia de podredumbre,
ya no le invade a raudales nauseabundos.
Y los crímenes ya no se hinchan a su regazo.
Alegres los mares, visten de nuevo cristalinos,
sus costas no son perturbadas.
Sus verdaderos amos vuelven, a la acuosa morada.
Tristes las gentes desafanadas,
prisioneros anhelantes de bullicio.
Conectados banales son presa de la locura inútil,
de la desesperanza taimada y el tedio inocuo.
Desbordante de risa anda la Tierra,
sin sus verdugos andando erguidos.
Vuelve a brotar como escollo mutilado.
Cuarentena, cual felices haces,
a los que nadan en contra de la normalidad.
Pares criaturas virginales, que con letras hablan,
inmortalizados en las generaciones germinantes.
Christian E. Castiblanco, Voces de resiliencia 2020
