De literatura y otras palabras

Mamá manda a la nena a la cama a eso de las diez. No hay discusión: es tarde, mañana colegio. La nena, como siempre, se queja. Quiere ver la televisión, quiere recibir la madrugada con los ojos bien abiertos. A esa hora incierta en la que papá regresa del restaurante. Y dar un brinco en el sofá, saltar encima de él, brazos alrededor del cuello, olor a sudor y a algo impreciso que la nena todavía no sabe identificar con el alcohol. Pero no hay discusión. Nada que hacer. A las diez y cuarto la nena se mete en la cama.
Desde la habitación, bajo las gruesas mantas y la colcha, la nena oye el sonido amortiguado de la televisión. La serie de los martes. Mamá ha debido de encender un cigarrillo: ese olor sí lo tiene identificado. Le gusta. De mayor fumará. La nena no tiene sueño. Durante un…
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