Reseña de ‘La Cara Norte del Corazón’

Hace tiempo que tengo como objetivo leer la conocida Trilogía del Baztán, de la autora Dolores Redondo tras haber visto sus películas, y aunque es un objetivo algo lento de cumplir por circunstancias ajenas a mi, hoy por fin puedo compartiros el primero de sus libros ‘La Cara Norte del Corazón’, que si bien, es el último de la trilogía, es el primero con el que quiero comenzar, para empezar por el principio de las aventuras de Amaia Salazar. 

Argumento: ‘La Cara Norte del Corazón’ nos trae a una joven Amaia Salazar, subinspectora de la Policía Foral, que participa en un curso de intercambio para policías de la Europol en la Academia del FBI, en Estados Unidos, que imparte Aloisius Dupree, el jefe de la unidad de investigación, y la postre mentor de Amaia. Una de las pruebas a la que tiene que hacer frente nuestra protagonista, es estudiar un caso real de un asesino en serie a quien llaman «el compositor», que siempre actúa durante grandes desastres naturales atacando a familias enteras y siguiendo el mismo ritual en todas ellas. Amaia será parte del equipo de investigación que les llevará hasta Nueva Orleans, en vísperas del peor huracán de su historia, para intentar adelantarse al asesino…


Personajes principales:

  • Amaia Salazar: Es el personaje principal de la trilogía sobre el que gira toda la historia, con viajes a su pasado y quien será puesta a prueba mental y emocionalmente. 
  • Aloisius Dupree: Es el jefe de la unidad de investigación y mentor de Amaia, que con el tiempo se convierte casi en un amigo. Él verá en Amaia un potencial que ni ella misma conoce, y depositará en ella una confianza que antes no había tenido. 
  • Tía Engrasi: Tía de Amaia, realizará una llamada a su sobrina, que la hará recordar episodios oscuros de su pasado familiar, en Elizondo. 
  • El compositor: Asesino en serie, metódico y objetivo de Aloisius Dupree, Amaia y todo el equipo de investigación y que siempre parecerá ir un paso por delante. 

Género: Thriller / Novela Negra.

Formato: PDF / Entre 500 y 600 páginas, dependiendo de la fuente de descarga. 

Sin duda, ‘La Cara Norte del Corazón’ es una lectura muy recomendable, tanto si eres fan de su autora, como si lo eres de las películas de la Trilogía del Baztán. Siguiente libro de la trilogía, El guardián invisible. 

SOLEDAD

Soledad,

eres silencio,

eres mi paz y armonía,

eres mi libertad,

y mi tranquilidad.

Contigo disfruto

de la música del viento,

y de los sonidos

de la vida

sin las voces

que la gritan.

No te vayas, soledad,

y si te vas,

no me dejes sin abrigo,

llévame contigo,

soledad.

Caperucita, Cazadora de lobos: La Caza

Llegó el día, ese que no parecía llegar nunca, el día debía de abandonar a ‘los hijos de las sombras’, aunque ellos nunca me abandonarían a mi, siempre estarían ahí, cubriéndome las espaldas. Debía partir en busca y captura de esas bestias medio humanas, y lo haría bien armada, armada de valor y furia, la furia que había acompañado y llenado cada vez más en ese tiempo de aprendizaje, llevaría conmigo las armas que mis hermanos de las sombras me habían enseñado a manejar diestramente, con la ligereza del viento entre mis manos; armas que no solo me habían enseñado a usar, sino también a forjar a golpe de fuego para hacerme las mías propias en el camino, un camino largo y duro, manchado de sangre. El día de mi partida me había vestido de cuero y piel, ambos me defenderían del frío y de las garras de esas bestias, aunque ninguna de ellas me hacían invencible, podría perecer fácilmente en mi misión de darles caza. Y, obviamente, no podía faltar mi caperuza, no iba a ninguna parte sin ella, era parte de mi, de lo que un día fui, y me hacía bien visible para quienes me esperaban más allá del horizonte, pues en ningún caso les quería rehuir, todo lo contrario, les quería atraer, sería su carnaza. 

Partí al alba, con los primeros rayos de sol que cubrían la nieve de un color anaranjado que pareciera anunciar lo que estaba por venir. Las despedidas no parecían ser el punto fuerte de ninguno de nosotros, y la tensión parecía que cortase el aire y el frío con un cuchillo. Gul, de modo paternal, me cogió de los hombros y me miró a los ojos, los suyos eran una mezcla de muchas cosas, eran la mirada de un padre, la de un coronel que mira a su soldado a la cara por última vez, y la de un maestro que mira a su pupilo antes de separar sus caminos.

—Vas a iniciar un camino siniestro y peligro, un camino oscuro a la luz del sol, un camino para el que te deseo fuerza y sabiduría, templanza y coraje. Sabes lo que tienes que hacer, tu valentía podrá más que el miedo, y el miedo será tu arma contra los lobos. El silencio tratará de envolverte como el aire gélido, pero tu misión y tu destino serán tu calor. No dudes Caperucita, ve siempre hacia delante, no mires atrás salvo para cubrir tus espaldas, y por las sombras no te preocupes, seremos nosotros vigilándote. Ve caperucita, y no vuelvas hasta haber cumplido tu destino —.

Aunque mis ojos querían llenarse de lagrimas, mi corazón lleno de sangre, fuerza y valentía lo impidió. Mirando fijamente a Gul y a todos mis hermanos, juré lograr mi fin. Partí sin mirar atrás, me dejé perder entre el manto blanco hasta que la niebla y el frío me cubrieron por completo. No escuchaba nada, apenas el viento en ráfagas cortas, un viento que con su silbido me decía que estaba en territorio enemigo, en tierra hostil, sabía que él, o ellos estaban ahí, mirándome, siguiéndome a cada paso. No pude evitar que un sudor frío me recorriese la espalda, un sudor que me hizo estar alerta. Olvidando que mis hermanos de las sombras estarían ahí, agarré con fuerza mis armas, dispuesta a blandirlas en cualquier momento. Ese momento se precipitó sobre mi sin apenas darme tiempo a reaccionar, cuando quise ser consciente tenía a la bestia sobre mi, una bestia animal y sobrehumana de fauces aterradoras, con un aliento pútrido y un pelaje desaliñado que rozaba lo asqueroso. Tenía sangre seca sobre él, quizá fuese la de mi abuela, aún presente en él, o la de quien sabe cuantas victimas. Sin saber como, había tomado mi espada y se la estaba clavando en lo más profundo de su ser, costaba, era una bestia grande y fuerte, y aún así vulnerable sobre el acero de mi espada; rugía y luchaba clavando sus garras sobre mi, aplastándome con sus patas sobrehumanas, me costaba respirar. Su sangre salía como manantial, y en con su vida se escapaba sobre mi. Flechas salidas de la nada se clavaron en su espalda, eso me liberó, me levanté y llevada por la furia y la rabia le volví a clavar mi espada, abriendo su pecho de lado a lado, un pecho duro y fuerte que sonaba como cuero rasgándose. Sangre y más sangre tiñendo el manto blanco de rojo intenso. Su vida se la llevaba el viento, mi primera victima manchaba mis manos de sangre y venganza, y no sería la última. 

El camino que había tomado, aquel camino de venganza, se llenó de sangre, de bestias que parecían de otro mundo y con las que tenía que luchar día y noche. Con cada una de ellas me hacía más fuerte por dentro y por fuera, mi lucha se hacía más despiadada, sentía una sed insaciable de venganza y sangre, necesitaba sentir como sus vidas se las llevaba el acero de mis espadas, necesitaba sentir mi espada dentro de sus carnes, necesitaba sentir como las desgarraba; a veces, post mortem, me llevaba sus cabezas, a veces como trofeo, a veces como carnaza para atraerlos, me hacía sentir poderosa sobre ellos. Ya no sabía si había perdido el norte y lo que hacía ya no era por venganza. La gente que vivía en aquellas tierras inhóspitas ya no sabían si tenían más miedo a los hombres lobo o a mi. Mi cacería había traspasado fronteras, había ido más allá de las montañas, se había convertido en leyenda, me llamaban Caperucita: Cazadora de lobos. 

Caperucita, Cazadora de Lobos: Las Sombras

Gul era el lider de un clan, un grupo de hombres que vivían en la clandestinidad y que se hacían llamar ‘Los hijos de las sombras’, o al menos así les había bautizado algún periodista de segunda pero pertinaz que había llegado a saber de su existencia no demostrada. Los hijos de las sombras, durante años habían logrado perfeccionar técnicas de lucha y supervivencia, eran maestros en el arte de permanecer ocultos, invisibles a cuanto les rodease, y ahora me harían heredera de sus conocimientos. Mi estancia allí era un peligro para ellos si yo era objetivo de esas bestias aulladoras, pero estaban dispuestos a enseñarme cuanto sabía si yo estaba dispuesta a darles caza, y lo estaba, con o sin ellos lo haría. 

Las siguientes semanas o meses, no era consciente del paso del tiempo en aquel lugar, fueron largas y duras, duros entrenamientos teóricos y físicos en los que me llevé golpes por todas partes y en los que no lograba comprender como hacer para ocultarme o defenderme, como sacarle el mayor partido a un ataque. No me concentraba, me costaba aislarme de mis recuerdos, y estos me hacían vulnerable. Perdía peso por el estrés y el entrenamiento, sentía que nunca lo lograría. Gul no me dejaba rendirme, no lo permitiría, hacerlo sería un fracaso para él y para mi, hacerlo significaría que los hombres lobos habrían ganado y mi abuela habría muerto en vano, rendirme significaría que aquellos hombres que se habían volcado en mi, me abandonarían a mi suerte, nada de eso podía pasar. Y pasaba el tiempo, y con la ayuda de Gul cada vez me sentía una más de ellos, me hacía más fuerte física y mentalmente, me sentía más dura de cuerpo y mente, y de corazón, el corazón que una buena mañana se quedó en la cabaña de mi abuela, y con él mi inocencia.

Cada paso que daba, cada lección que recibía era un golpe mortal para las bestias aulladoras. Solo pensaba en ellos, miraba al horizonte como si mirase al infinito, me perdía en él y sentía que ellos, a lo lejos y escondidos en el manto blanco de la nieve, me miraban a mi, como si supieran lo que estaba por venir, como si estuvieran preparados para recibirme, así como yo lo estaba cada vez más para ir a por ellos. El día de vernos las caras estaba cada vez más cerca. 

Caperucita, Cazadora de Lobos: Gul

Desperté y el cielo se movía sobre mi cabeza, las nubes iban a alguna parte lejos de mi, ignorándome. Sentí que me llevaban, oía pasos sobre la nieve, y aún seguía ahí, todavía olía a sangre. Noté que unos brazos me envolvían bajo una manta o capa que me tapaba, alguien me llevaba a algún lugar y no podía hacer nada, solo dejarme llevar. Escuchaba voces, voces cada vez más cercanas, susurraban no sé qué. Oscuridad. El cielo había desaparecido en un segundo, me habían metido en una casa, quizá otra cabaña. —Está en shock —, escuché. Era una voz muy masculina, la voz de un hombre. Después no hubo más, dormí, y desperté. 

No sabía cuanto tiempo había estado dormida, ni siquiera que había dormido, perdí el sentido. Miré, y apenas vi nada, no había mucha luz. Cuando me adapté a la luz, vi un hombre entre sombras, parecía de mediana edad, no se movía, solo me miraba impasible. Era un hombre extraño, con un acento que no había escuchado antes y con un nombre aún más extraño y que me costaba pronunciar, algo de Gul. Gul me contó lo que había pasado con mi abuela, no pensé en ello al despertar, no lo recordaba. Con sus palabras los recuerdos de la cabaña volvían a mi cabeza, la sangre, el olor, su calor…, lo veía todo como en un album de fotos. —Fue un lobo —, me dijo, ¿un lobo?, no podía ser, los lobos nunca se había acercado a la cabaña, no tanto como para entrar, siempre supo como espantarlos. —No fue un lobo cualquiera, no fue un lobo normal —. Licántropo. Era la primera vez que escuchaba esa palabra. ¿Qué era?. Licántropo era un ser medio humano, medio animal, un ser que se convertía en lobo, la famosa leyenda y mito del hombre lobo que resultaba ser cierta. Se tiene conocimiento de ellos desde la edad media, pero todo como una leyenda, un cuento a lo Drácula que nadie cree cierto, pero lo es. Sin embargo si existencia, tan real como tú y yo parece remontarse incluso antes de la edad media, con las primeras civilizaciones conocidas. Todo me parecía tan incierto que no podía reaccionar, no respondía a cuanto Gul me contaba, ¡es de locos!. —Entiendo que todo esto te parezca una locura e imposible de creer, pero piensa en ello, recuerda las heridas y los desgarros de tu abuela, no eran normales, no eran los de un lobo normal, ni los de un coyote —, tenía razón, no eran normales, nada lo era y yo pensaba que me volvería loca. 

—Ahora ellos, o él puede que te busquen —, me dijo casi impasible. ¿Ellos?, ¿él?. —Si, el licántropo, el hombre lobo. No sabemos si es uno o varios, pero casi seguro que te vio o te vieron en la cabaña, nunca pierden el rastro de su presa, y ahora tú puedes ser la siguiente —. ¿Por qúe yo?, pregunté. —Por hambre, por dominio, por sed de sangre…, eligen a la presa más débil para atacar —.

Me dejé caer en la cama, me tapé la cara con las manos, no podía creer nada de todo eso, no quería creerlo, era una pesadilla.

—Puedes desaparecer o combatirlos —, me dijo Gul. ¿Combatirlos?, ¡cómo!. Hablábamos de una o unas bestias que despedazaban sin piedad, animales primitivos y salvajes sin razón. —Si eliges esto último, yo te enseñaré como, si no, no puedo ayudarte —, dijo antes de salir. Volvió la oscuridad, la cabeza me iba a explotar, agarrada de los pelos que quería arrancar, grité. Grité y odié, me enfadé tanto que noté como se me hinchaba la vena del cuello, se llenaba de la sangre de mi abuela, de su recuerdo y su olor, se llenaba de odio. Los combatiría, sería tan salvaje como ellos, los licántropos. Licántropo o no, acabaría con todos los lobos, sería su exterminio. 

Caperucita, Cazadora de lobos: La Cabaña

Todo en mi vida era normal y monótono hasta que llegó uno de esos días en los que fui a visitar a mi abuela, la abuelita, como la llamaban todos, y todo dio un giro de 180º. Todo empezó al adentrarme en el sendero salpicado de piedras que lleva directo a su cabaña, el camino nevado que lleva a su puerta estaba inundado de un extraño olor, un olor como a hierro o a acero, olor a sangre. No era un olor normal, no era el de la sangre de un animal muerto, ese ya lo había olido antes y no era así, este olor era diferente, y a medida que me acercaba, era más intenso. Al llegar me encontré la puerta entreabierta, ella nunca la dejaba así, siempre estaba cerrada, ese día no. Entré, el olor a sangre casi no me dejaba respirar, era nauseabundo, me ahogaba. 

Todo estaba casi ordenado salvo por unos viejos libros y una silla que encontré en el suelo, algo nada habitual en la abuela. La llamé, —¿abuela? —, no respondía, el silencio, acompañado de un frío tétrico que penetraba hasta los huesos lo envolvía todo. La busqué, llegué hasta su habitación y la vi. La escena que me encontré era tan difícil de creer que no sabía lo que veía. Estaba en la cama bañada en su propia sangre, desgarrada y casi despedazada, como si un enorme animal salvaje la hubiese atacado con saña. ¡Grité!, —¡abuela! —. Quise despertarla, la moví sin pensar en nada, y nada podía hacer, mis manos se bañaron con su sangre, volví a gritar, y la abracé, abracé su cuerpo desgarrado, aún estaba caliente, su sangre estaba caliente, sangre que me bañó, sangre que llenaba mis labios, y lloré y grité a partes iguales, era un llanto como ni de niña había tenido, di un grito sordo que probablemente nadie me habría escuchado. Me quedé alli un buen rato, ni sé cuanto, en silencio, entre lagrimas, ni siquiera podía pensar, no quería que pasara nada, ni siquiera el tiempo. De pronto, de algún modo pensé que tenía que buscar ayuda, como un zombi salí de la cabaña. 

Salí de la cabaña y no recuerdo en que dirección, en shock solo sabía que tenía que buscar ayuda, y caminé, caminé sin rumbo, seguramente dejando un rastro de sangre tras de mi, su sangre, sangre que me había cubierto de rojo casi toda la ropa, sangre que no podía dejar de oler y que penetraba en mi boca constantemente. No sabía cuanto había caminado, no sabía cuan lejos podría estar de la cabaña y de todo, cuando sentí que todo daba vueltas, como si el mundo entero hubiese girase y diese vueltas en todas las direcciones, caí. Debi caer por un barranco, apenas lo noté, no sentía nada, no podía reaccionar, solo dejarme caer, no sabía donde estaba, quizá en medio de ningún lugar, a merced de cualquier animal salvaje, puede que el mismo animal que medio devoró a la abuelita, y podría hacer lo mismo conmigo, el camino de sangre que dejé le llevaría a mi. Creí dormir. 

Noche de Halloween, víspera de todos los Santos…

Noche de Halloween, víspera de todos los Santos… Mis colmillos aparecen solo una vez al año… Cuando el anochecer y las niebla fría y sin aliento revelan la oscuridad más profunda de la noche y de mi alma… La luna llena parece más llena que nunca, más grande y teñida de rojo sangre, sangre de los espiritus que esta noche despiertan… Los corazones laten más fuertes, los puedo oir, siento su latido, huelo su sangre en cada uno de ellos, despertando en mi, mis sentidos más primarios… Mis instintos más oscuros me ganan a medida que el cielo de la tarde desaparece bajo el negro manto del frío otoño… Gente vestida de seres oscuros llenan las calles poco a poco, ríen pensando que aquellos que visten son felices, ríen ignorando que los auténticos seres oscuros despiertan y les vigilan en esta noche de muerte, cuervos, arañas, murciélagos, todos los seres de la noche les marcan el camino a su frágil humanidad que hoy les será arrebatada sin permiso ni perdón… La sed, esa sensación tan humana y tan diabólica se apodera de mi, quiere estos corazones alegres e inocentes llenos de vida, tengo que buscar un alma generosa que en su ingenuidad me dé su torrente de vida y sacie mi sed… La encuentro, es un noche en la que estas almas ebrias se abren a la vida y socializan con cualquiera, ni siquiera me ven llegar y cuando me ven, soy una más entre ellos, una máscara más; les atrapo como si de la mismísima oscuridad se tratara, como si fuera su propia sombra pegada a ellos… Me pierdo entre ellos, entre sus calles horrendamente engalanadas de calabazas de papel y de cartón, entre fantasmas hechos con muy poca mano, fantasmas que no sabes si ríen, lloran o simplemente quieren salir corriendo como yo lo haría… Finjo dejarme llevar hasta que tomo su mano y entre la algarabía pre-cena de halloween desaparecemos sin hacer ruido como el aire se cuela entre nosotros y se va sin despedirse… El ser que ha despertado en mi necesita beber de su fuente de vida, aún con alcohol y todo, no lo notaré, la bestia que llevo dentro solo quiere sangre, su sangre y la de tantos como pueda tomar esta noche, solo esta noche, después no tendré ninguna más hasta el próximo año en que la luna llena, la luna de sangre, la luna de todos los muertos, suene como un despertador en mí y poseída por ella, me deje llevar y arrastras hasta esas almas ignorantes de mi, sean mías como lo serán esta noche… Noto la fragilidad de este ser entre mis colmillos, noto como su vida emerge de él igual que si el agua saliera de la tierra rota, y aunque quiere e intenta zafarse de mi, no puede, su estado y el monstruo que lo posee entre mis brazos, no le dejan, y no sabe que pasa, no sabe que en esta su última noche de miedo, se le va la vida… El calor de su sangre, su sabor, todo llena mis entrañas, me inunda las pupilas encendidas de sangre… Su vida es mía, ya no le pertenece, mañana su piel pálida y seca se confundirá con el maquillaje de esta noche, y ya será tarde cuando alguien se fije en él, mañana será otro santo entre los santos que venerarémos, él y unos cuantos más em esta noche de halloween, vispera de todos los santos…

En memoria de Javier Marías. (1951-2022)

Javier Marías Franco (1951-2022), ​fue un escritor, traductor y editorespañol. El 29 de junio de 2006 fue elegido miembro de la Real Academia Española —tomó posesión el 27 de abril de 2008—,34​ en la que ocupaba el sillón R, que quedó vacante tras la muerte de Fernando Lázaro Carreter. Anteriormente, en 1994, había declinado pertenecer a la institución porque su padre ya ocupaba una plaza.

 Primeras publicaciones. 

  • En 1970 escribió su primera novela, Los dominios del lobo, que saldría al año siguiente. 
  • En 1972 publicó Travesía del horizonte, y en 1978 El monarca del tiempo. Ese mismo año apareció su traducción de la novela de Laurence Sterne La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, por la que le fue concedido al año siguiente el Premio de traducción Fray Luis de León.​ 
  • En 1983 salió su cuarta novela, El siglo. El hombre sentimental aparece en 1986 y, dos años más tarde, Todas las almas, obra esta última que narra la historia de un profesor español que imparte clases en Oxford, lo que dio lugar a que el narrador fuera identificado como Marías.
  • En 1990 salió su primera recopilación de relatos breves, Mientras ellas duermen, y en 1991, la primera de artículos periodísticos, Pasiones pasadas. En años sucesivos aparecieron nuevos volúmenes recopilando su obra publicada en prensa y revistas.

Consagración. 

  • Corazón tan blanco (1992), en la que se mezclan novela y ensayo, tuvo un gran éxito tanto de público como de crítica, supuso su consagración como escritor. Fue traducida a decenas de lenguas, y el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki mencionó a Marías como uno de los más importantes autores vivos de todo el mundo.
  • Su siguiente novela, publicada en 1994, Mañana en la batalla piensa en mí (título tomado de un verso de Shakespeare, al igual que Corazón tan blanco), recibió importantes premios en Europa y América, como el Rómulo Gallegos (fue la primera vez que este galardón fue otorgado a un español)​ y el Fastenrath, de la Real Academia Española.
  • En 1998 apareció Negra espalda del tiempo.
  • En 2002 comenzó a publicar la que podría calificarse como su novela más ambiciosa, Tu rostro mañana. Aunque de lectura independiente, continúa con algunos de los personajes (en particular, el narrador) de Todas las almas. Debido a su extensión, más de 1500 páginas, el autor decidió publicarla en tres tomos (Fiebre y lanza, 2002; Baile y sueño, 2004; y Veneno y sombra y adiós, 2007).
  • En 2011 publicó Los enamoramientos, de abril, a octubre de 2011 la novela había sido traducida ya a 18 idiomas y la edición de Alfaguara había vendido más de 100.000 ejemplares. Fue elegida libro del año 2011 por el suplemento cultural Babelia de El País.

Novelas

  • Los dominios del lobo (Edhasa, 1971)
  • Travesía del horizonte (La Gaya Ciencia, 1973)
  • El monarca del tiempo (Alfaguara, 1978)
  • El siglo (Seix Barral, 1983)
  • El hombre sentimental (Anagrama, 1986)
  • Todas las almas (Anagrama, 1989)
  • Corazón tan blanco (Anagrama, 1992)
  • Mañana en la batalla piensa en mí (Anagrama, 1994)
  • Negra espalda del tiempo (Alfaguara, 1998)
  • Tu rostro mañana (Alfaguara, 2009)
  • Los enamoramientos (Alfaguara, 2011)
  • Así empieza lo malo (Alfaguara, 2014)
  • Berta Isla (Alfaguara, 2017)
  • Tomás Nevinson (Alfaguara, 2021)

Cuentos

  • Mientras ellas duermen (Anagrama, 1990)
  • Cuando fui mortal (Alfaguara, 1996)
  • Mala índole (Plaza & Janés, 1998)46
  • Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables (Alfaguara, 2012)

Ensayos

  • Cuentos únicos (Siruela, 1989)
  • Vidas escritas (Siruela, 1992)
  • El hombre que parecía no querer nada (Espasa, 1996)
  • Miramientos (Alfaguara, 1997)
  • Faulkner y Nabokov: dos maestros (Debolsillo, 2009)
  • Las huellas dispersas (Contemporánea, 2013)
  • El Quijote de Wellesley: notas para un curso en 1984 (Alfaguara, 2016)
  • Entre eternidades y otros escritos (2018)

Recopilación de artículos

  • Pasiones pasadas (Anagrama, 1991)
  • Literatura y fantasma (Siruela, 1993)
  • Vida del fantasma (Aguilar, 1995)
  • Mano de sombra (Alfaguara, 1997)
  • Seré amado cuando falte (Alfaguara, 1999)
  • Salvajes y sentimentales. Letras de fútbol (Aguilar, 2000)
  • A veces un caballero (Alfaguara, 2001)
  • Harán de mí un criminal (Alfaguara, 2003)
  • El oficio de oír llover (Alfaguara, 2005)
  • Donde todo ha sucedido. Al salir del cine (Galaxia Gutenberg, 2005)
  • Demasiada nieve alrededor (Alfaguara, 2007)
  • Aquella mitad de mi tiempo. Al mirar atrás (Galaxia Gutenberg, 2008)
  • Lo que no vengo a decir (Alfaguara, 2009)
  • Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad (Libros del Lince, 2010)
  • Ni se les ocurra disparar (Alfaguara, 2011)
  • Lección pasada de moda. Letras de lengua (Galaxia Gutenberg, 2012)
  • Tiempos ridículos (Alfaguara, 2013)
  • Juro no decir nunca la verdad (Alfaguara, 2015)
  • Cuando los tontos mandan (Alfaguara, 2018)
  • Cuando la sociedad es el tirano (Alfaguara, 2019)
  • ¿Será buena persona el cocinero? (Alfaguara, 2022)

Literatura infantil

  • Ven a buscarme (Alfaguara, 2011)

Traducciones

Galardones

Adaptaciones cinematográficas

Sus obras han sido traducidas a 40 idiomas y publicadas en 50 países.

JULIA

JULIA

Julia, una chica de ciudad con raices provincianas, acaba de llegar de la ciudad donde todo se volvió tedioso y gris a la casa de campo familiar que apenas recordaba, una casa vieja y pequeña que ya probablemente sería de sus abuelos o incluso alguna generación anterior. La casa apenas tenía unos muebles viejos de hierro y madera, y olía a humedad y cerrado, hacía muchos años que nadie iba a ella, casi no recordaba nada de lo que se encontró. Lo que más fresco tenía en su cabeza era el vergel que la rodeaba, aunque no de manera muy nitida, pero si recordaba todo un entorno verde intenso que no había cambiado, salvo en que ahora era aún más frondoso que cuando iba de niña. 

Julia llegó a media mañana en su pequeño coche al calor del campo, un calor ya notable, el verano estaba cerca y parecía que allí ya había llegado, estaba todo en silencio salvo por el sonido casi musical de la naturaleza que la rodeaba, y por ella misma. Tras inspeccionar más o menos cuanto la rodeaba y después de medio instalarse en la vieja casa, recordó que cerca de ella había un lago en al que solía ir toda la familia en las vacaciones veraniegas, recordaba el olor a tierra mojada tras la lluvia y que su madre no la dejaba ir sola o no la debaja bañarse en según que momentos. Abrazada por el calor del campo, cogió una toalla de playa y se encaminó al lago. Al llegar no encontró a nadie, ni a nada, parecía un lugar abandonado, solo cuidado por el entorno que lo acompañaba. En soledad, Julia extendió la toalla a unos pasos del agua y se quitó la ropa, se quedó totalmente desnuda bañada por el sol y el calor que se hacían con cada rincón de su cuerpo, y así, medio sudorosa, se metió en el agua. Primero la tanteo con la punta de los pies, sus largos dedos la permitían mantener cierta distancia con el agua; estaba fría, pero no mucho, seguro que con el tiempo su cuerpo se adaptaría a la temperatura y ya no notaría el frío. Se metió casi hasta los hombros, el agua le cubría la mitad de su larga melena negra.

Pasado un rato en el que había nadado e incluso buceado hasta el fondo del lago, Julia se quedó en el lugar donde dejó su toalla, era un lugar donde hacía pie, un lugar donde no le cubría ni la mitad del cuerpo y el agua apenas le llegaba por debajo de las caderas, envuelta en el silencio del lago, a su espalda escuchó una pequeña tos nerviosa de hombre, era una tos como de disculpa que rompía la paz de la que había disfrutado hasta ahora. La molestó un poco pero decidió ignorarla y se quedó donde estaba. La tos se convirtió en voz, una voz joven, no de hombre maduro, de hecho y a juzgar por sus palabras, era más bien un joven aún muy verde. Él se disculpó timida y tartamudamente diciendo: —perdón, no sabía que había nadie aquí —, Julia mirando hacia atrás pero sin verle, le dijo que no pasaba nada, que podía quedarse, y se quedó donde estaba, delante de él sin inmutarse, con casi todo su cuerpo desnudo a la vista de él. Él, timido, no dejaba de mirarla, no podía apartar la vista de su desnudez hasta que un nudo en la garganta y el sudor del cuello le hicieron ir unos pasos atras más allá de la toalla de Julia, había notado que aquella imagen en el lago le estaba provocando sensaciones que no había tenido antes. Por su parte, Julia se perdió en el agua, de un momento a otro, aquel chaval que la sorprendió, la perdió de vista, apenas le dio tiempo a ver su cuerpo desnudo tragado por el lago. Al cabo de unos segundos que se hicieron minutos, Julia emergió en medio del lago y por un breve instante, él le vio sus pechos empapados hasta que bajo la cabeza por no parecer un descarado, y porque no sabía que más hacer, mil pensamientos le asaltaban, la sudoración y una extraña tensión en la entrepierna hacían visible su tensión, sopló. De repente escuchó como ella salía del agua, y no pudo evitar verla salir, desnuda y chorreando agua como una cascada. El agua resbalaba por su cuerpo, goteando como lluvia. No podia dejar de mirar su generoso pecho desnudo, ni su frondosa entrepierna perlada por el agua. Julia por su parte, le miró divertida y como si no pasara nada. De camino a la toalla le preguntó: —¿nunca has visto a una chica desnuda? —. Él respondió que no, que allí apenas había gente, y mucho menos chicas que se bañasen desnudas, Julia rió casi compadeciéndose de él al tiempo que se tumbaba cara al sol sabiendo que él aún la miraba, miraba sus pechos que casi caían a cada lado del cuerpo, brillantes por el sol y el agua, miraba su peluda entrepierna de la que él pensaba que tenía que hacerle cosquillas en los muslos de sus largas piernas, eso le excitaba aún más. Esos pensamientos acentuaban el calor y la erección, la respiración era más pronunciada aunque él procuraba silenciarla. Incómodo y excitado pensó en decir que se iba, ese pensamiento fue interrumpido por Julia que en ese instante se levantó y dijo que se iba a dar otro baño, y se fue ante la atónita mirada de su acompañante que no medió palabra. Julia nadó y se sumergió en el lago, y volvió a aparecer de nuevo diciendo: —¡meteté, el agua está muy buena —, ‘buena estás tú’, pensó él que no sabía que decir, ella le animó con un «no me dejes sola». Él, tembloroso, aceptó y se desvistió hasta quedarse en ropa interior, le daba mucho corte quedarse a la par que ella, se le notaba la erección que parecía haberle bajado con los nervios. 

LEO

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Julia al tiempo que se metía en el agua. 

—Leo —le respondió distanciado de ella, solo ante el peligro de su desnudez y Julia en aquel lago solitario. 

—¿Sólo Leo? —volvió a preguntar ella quedándose de cara al cielo, dejando asomar sus pechos y su frondosa entrepierna entre el agua; Leonardo, respondió él tartamudo y sin dejar de mirarla. ‘Yo soy Julia’ le dijo ella al tiempo que volvía a ponerse de pie en el agua. Julia, que disfrutaba con todo aquello, apremió a Leo a acercarse con un —¡ven, no te voy a morder! —, ‘o si’, pensó ella. Leo se acercó más, apenas había un metro entre los dos. Julia rió, y Leo preguntó que de qué se reía, un ‘de nada’ fue su respuesta cuando sin esperarlo, se vio con los calzoncillos abajo, descubriendo sus vergüenzas que para Julia no lo eran tanto. Leo, un joven de apenas veinte años, era delgado pero fuerte, estaba bien dotado entre sus piernas, de eso Julia daba fé, tenía tanto pelo ahí como en su rizada cabeza castaña, parecía un arbusto arriba y abajo, algo que a Julia le hacía gracia. Leo enseguida se llevó las manos para taparse, rojo de vergüenza y casi enfadado por aquel atropello. Julia le dijo: —no te tapes, ¡no pasa nada!, además me lo debes, tú me has visto desnuda —. Leo le dijo que ella se dejó mirar, y Julia le contestó que ahora él debia de dejarse ver también. Estaban empatados. Leo apartó las manos diciéndo: —bueno, ya da igual —, porque muy en el fondo de sí mismo él quería eso. ¿Y ahora qué?, preguntó Julia divertida mientras se acercaba a Leo hasta casi juntar sus cuerpos, ambas entrepiernas se rozaban en un cosquilleo excitante. ¿Qué de qué?, preguntó él que se mordía el labio, nervioso. Julia acarició con los dedos su vello púbico ante la ruborización de un Leo excitado y sin contención. —Te gusta —dijo Julia que notaba cada vez más el miembro empalmado de Leo, se mordió el labio y casi en un susurro añadió: —a mi también —. 

Sin poder ni querer evitarlo se besaron ávidamente juntando plenamente sus cuerpos desnudos. Julia notó rápidamente que Leo no tenía experiencia en el sexo, ni siquiera besando, era torpe en sus besos y con las manos tocando la suave y resbalosa piel de Julia, seguramente en aquel paraje tan solitario no había visto ni estado con una chica en su vida. Dejó de besarle y le dijo: —dejate llevar —, Julia bajó su mano por su pecho suavemente hasta su frondosa erección, jugueteó con su vello provocándole un cosquilleo de placer que le excitaba más y más, sacándole un gemido que Leo nunca pensó que podría pronunciar. Le llevó a la orilla del lago donde le apoyó mientras ella acariciaba y jugaba con su sexo latente y duro, la firme erección casi le tiraba, no había sentido nada igual nunca, era una mezcla de dolor y placer. Leo, con los ojos entrecerrados de placer notó como los labios de Julia jugaban con su verga, sentía su lengua mojada como el lago, sentía como su miembro desparecía por completo en la boca de Julia en un baile de placer donde sus vergüenzas bailaban adelante y atras, las notaba también entre sus labios y su lengua que jugaba justo en el límite entre estas y su erección, Leo apretaba y se mordía los labios entre jadeos. Julia sabía muy bien lo que hacía, ya lo había heche antes, le tenía en el culmén de un estado placentero que no había sentido jamás. Volvió a masturbarle hasta que su erección entró en erupción como un volcán y empapó su mano de semen. Julia rió divertida por el cambio que había provocado en aquel chico timido, había sacado al hombre que habitaba en él.

Dejó a Leo extenuado sobre la orilla del lago. Se le acerco a la cara, y en otro susurro le dijo: —te ha encatado —, al tiempo que le apretaba suave pero firmemente los testiculos, provocándole un gemido de dolor. Julia pasó por encima de Leo al salir del agua, mojándole la cara; a él le daba igual, no tenía fuerzas para nada, le había exprimido como a un limón. Ella se secó y se vistió mientras Leo aún seguía en la orilla, Julia se fue a su casa no sin antes despedirse de él, que a duras penas se giró para verla. 

— Mañana más, ¡adiós! —fue lo último que le dijo Julia antes de perderse en el camino, Leo se quedó recuperando fuerzas y procesando todo aquello que ya no sabía ni en que momento empezó. Fue una experiencia que jamás pensó que se pudiera dar en un lugar como ese, y solo tenía una cosa en la cabeza, Julia.